La historia de la Pequeña S.
Año 1998. Risueña y equipada, una niña con mucho afán de aprender entra en lo que va a ser su nuevo colegio. Ansía conocer cosas y hacer deberes, como su hermana mayor. No entiende por qué los niños lloran a sus madres y no quieren asistir a clase, puesto que ella cuenta las horas para ir y trabajar.
Año 2000. La niña se lo pasa muy bien aprendiendo, aunque comienza a sentir que le falta algo. No sabe exactamente el qué. Se ve diferente. Pregunta a sus compañeros de clase para jugar, pero ninguno accede. Nadie quiere saber nada de ella. Poco a poco la niña comienza a hacerse amiga de un solitario banco a las horas de recreo, mirando a los demás mientras juegan hasta que toca el timbre que da inicio de nuevo al aprendizaje.
Año 2001. Este, señores y señoras, es el año clave de nuestra protagonista. El año 2001 se lanza impotente sobre la flacucha y pequeñita niña y la aplasta contra el suelo. No puede respirar y tiene que pensar algo cuanto antes. Ella no lo ha hecho voluntariamente, pero su cuerpo ha creado de forma natural una gran coraza a su alrededor, que la aísla de los males, aunque también de los bienes. Nada de lo que pasa a su alrededor le afecta lo más mínimo. En clase hace exclusivamente lo que le manda la profesora, aburriéndose; en el patio lee un libro, también aburrida, puesto que no le acaba de gustar. Pero no tiene elección: es eso o soportar como el mal intenta destruir su coraza. Se siente ajena al mundo y no entiende muchas cosas, pero esa coraza hace que no evolucione o quizá haya evolucionado demasiado pronto.
Quizá si la niña no fuera ella, no hubiera necesitado una coraza para defenderse, pero hay que recordar que esta niña es diferente. Su afán de conocimiento y madurez se compensa con una extrema sensibilidad incontrolable que no identificará en sí misma hasta dentro de muchos años. Sus virtudes se han convertido en sus peores defectos y le harán sufrir.
Después.
A partir de ahí, esta niña crecerá ocultando su manera de ser, con su semblante inescrutable y su interior vacío. Aunque no entienda el por qué, va a crecer sin tener seguridad en sí misma, teniendo la sensación de que la gente se ríe de ella al pasar, que cuchichea, sonrojándose y sintiendo palpitaciones al hablar en público, fijando la vista en el suelo; su figura va a quedar algo encorvada y el pelo le tapará siempre la cara, para intentar ocultarse inútilmente de las miradas ajenas; tendrá innumerables tics nerviosos y se sentirá atrapada en un bucle interminable.
Porque la niña va a ir creciendo junto a sus compañeros, y la inocencia infantil se convertirá en maldad juvenil. Y la chica se sentirá atrapada. E intentará escapar. E intentará expresarse inútilmente. Y sólo podrá gritar por dentro. Y se refugiará en historias que no son la suya, y comenzará a amar la lectura. Y tendrá problemas. Y acudirá a psicólogos. Y los psicólogos la echarán a un pozo sin fondo, del que siempre va a estar cayendo y nunca parará. Y nadie la va a comprender. Y, al ser invisible, a nadie le va a importar cómo esté. Y, cómo no se queja, vamos a seguir molestándola. Y, cómo es lista, que nos haga los deberes. Y, cómo no dirá nada, que dé la clase por mí que yo no quiero hacer nada para ganarme el sueldo. Y, como es confiada, gastémosle bromas y así nos reímos más de ella. Y, como este chico molesta, lo pondremos al lado de la chica paradita. Y, como aparentemente parece que no le pase nada, no haremos caso a sus súplicas.
Como todo esto va golpeando la coraza, finalmente se rompe, y la niña consigue salir. Y tiene tantas cosas dentro que le cuesta tres años sacarlo todo. Y no puede estudiar, pese a que es lo que más anhela en este mundo y aunque tenga la certeza de que es su objetivo, su meta en la vida.
Y así señoras, es como unos niños han torturado a una mente infantil, quizá demasiado diferente, hasta la saciedad; y después, esos chicos han torturado su mente juvenil hasta romperla. Y así señores, es como los psicólogos le han dado martillazos para agilizar el proceso.
Y así es como el colegio lo ha observado todo y ha hecho oídos sordos, y nunca se ha interesado lo más mínimo por el tema.
Y esto, queridas personas, es un ejemplo de la pasividad de la gente ante los demás, de la maldad que ha deshumanizado a esa gente. Porque creedme: se podía haber puesto freno a la situación, pero nadie hizo el esfuerzo de mover un dedo.
Uau. Leer esto tipo de cosas es muy duro. Dile a "la niña" que no está sola y que hay mucha gente que la quiere y la entiende :)
ResponderEliminarSiento mucho la historia de la pequeña S, y como dice Domive, no está sola. Por suerte yo he podido defenderme bastante bien, pero he conocido otras personas que no, y que están entre la espada y la pared. No me gusta nada esa situación y siempre que puedo intento ayudarlas. Me duele ver que mis amigas sufren por esa perversa maldad juvenil colectiva.
ResponderEliminarA quien las llama tontas, creídas, imbéciles o estúpidas, yo les respondo que son errores del sistema (sí, a lo Matrix). Errores del sistema educativo que no ha sabido ayudar y proteger a esas personas. Errores que muchos ignoran creyendo que así desaparecerán.
Mi niña. Mi niña madura e inocente. Desde antes de que naciera ya la quiería más de lo que había querido nada hasta el momento. Me prometí que siempre le protegería, que nadie le haría daño, que nadie le haría sufrir... Sigue siendo mi promesa. No permetiré que se caiga al pozo, ni que le pisen, ni que se golpee contra el suelo. Le daré mi mano para que no resbale, daré patadas a los pies mal intencionados de los indeseables y pondré algodones para las caidas. Porque si cae, volverá a levantarse. No sentirá dolor. Solo sentirá el peso de la experiencia y la fuerza para seguir andando. Le quitaré las corazas (las buenas y las malas), le ayudaré a salir del cascarón. Le abriré los ojos a esa parte dónde da la luz del medio día, donde no hay sombras. Siempre verá amaneceres. Disfrutará de cada segundo. Crecerá siendo mucho más de lo que aparenta. Tendrá un corazón fuerte y sensible para hablar desde él. No sentirá miedo al dolor. Le arrullaré con el calor de mi alma, por ser la forma más pura que se puede. Siempre que mire de reojo a su alrededor no temerá por lo que piensen, me verá con una sonrisa empujándola a la vida. Aprenderá a quererse. Es esa niña que desde que nació, dejó crecer en ese frasco pequeño miles de virtudes que esperan ser destapadas. Será ella por fin. Vivirá feliz, sin lastres, ni muros... notando la brisa de su libertad.
ResponderEliminarHasta el fin de mis dias, le estáre abriendo ventanas.