Mis relatos: Capítulo 2 del "sin nombre"

Pues el título lo dice todo xD Aquí una servidora está a 38 de fiebre... ¡Pero se encuentra como nunca! Si esque esta Sedy... Pues sin más dilación el capítulo 2 (el que sigue al 1 xD):









2. El sueño
Estaba toda sudada. Hiperventilaba y agarraba la almohada tan fuerte que le había quitado la funda. Acababa de tener mi primera pesadilla de aquello. Bueno, en realidad soñé como ocurrió todo exactamente. 
Al principio del sueño estaba yo en clase de historia, de cuatro a cinco, la última clase de la semana. En la clase, la profesora nos estaba hablando de la Guerra Civil. Toda emocionada, nos estaba haciendo representar los territorios de España. Como no hay tantas comunidades, había gente que sólo miraba: yo era una de ellas. Cuando tocaron las cinco, me apresuré a guardar las cosas en la maleta: los libros de las asignaturas que tenía deberes y exámenes, mi estuche, agenda, libro de lectura, carpeta y mi mundialmente famosa cámara de fotos (se me conoce en mi antiguo colegio únicamente por llevar siempre la cámara encima, me gusta hacerle fotos a todo).
Me encaminaba hacia la puerta, con la vista fija en el suelo, cuando tuve la sensación de que se me olvidaba algo. Me paré de repente sin darme cuenta a pensar. ¿Pero qué podía...?
-Te acuerdas de lo del trabajo, ¿verdad Lucía?
-El trabajo... –respondí con cierta parsimonia-. Sí, claro.
-¿En serio te has olvidado? –dijo Álex.
Se me había olvidado que tenía que ir a su casa a acabar un trabajo de literatura.
-Bueno, no te preocupes. Voy a llamar a mis padres en secretaría. Tú ves tirando, si quieres –le dije.
-No, tranqui. Te espero afuera.
Fui a secretaría y esperé a que la secretaria acabara de guardar todo el papeleo que tenía sobre el escritorio.
-¿Otra vez te has olvidado el móvil? –dijo la secretaria con una sonrisa de “Lo imaginaba”.
Me sonrojé y asentí casi imperceptiblemente. Ella me pasó el teléfono y yo marqué el número de casa.
“Piiiiiiii. Piiiiiiiii. Piii... ¿Sí? ¿Eres tú, Luci? [...] ¿Desde dónde llamas? ¿Estás en secretaría? [...] Ah, pensaba que te habías dejado el móvil, perdona. Haces bien en llevarlo siempre encima. [...] ¿Entonces no vienes hasta que acabes ese trabajo? ¿Con quién? [...] Bueno... Vale... Pero déjate el móvil encendido por si las moscas, ¿Vale? Adiós... [...] Y yo. PiPiPiPi.”
No me gustó mentirle, pero temía decepcionarla. Mi madre... Se preocupaba mucho por mí, pero nunca me llamaba atosigándome. Osea, que estuve segura de que no llamaría en toda la tarde. Me equivoqué.

No soñé la parte en la que hice el trabajo con Álex. Seguramente fue porque no tenía importancia o porque era demasiado aburrida para salir en un sueño, cuando no hay que pensar.
Dije adiós con la mano a Álex. Al final el trabajo nos había quedado  bastante bien.
Me encaminé hacia mi casa: giré una calle a la derecha (¡cuánta gente en la calle hay hoy!), fui recto hasta la rotonda (¿adónde irán los camiones de bombero?) y pasé por detrás de la autoescuela (¡¿y ese humo?!). Comencé a alarmarme. Mis piernas comenzaron a correr hacia el humo. Llegó un momento en que no me las sentía, pero yo continué corriendo. El sudor me resbalaba por las sienes. A medida que me acercaba al fuego, me comenzaron a salir las lágrimas. No podía ser. Continué corriendo. Ya no me quedaba aire, porque, además de correr, sollozaba. A escasos centímetros de mí pasó una ambulancia y al poco tiempo otra. Continué corriendo con todas mis fuerzas. Me paré en seco cuando estuve frente al incendio. Mi casa, la casa en la que siempre había vivido... Entré sin fijarme siquiera en los bomberos, ni en la policía... Ni en los gritos que me estaban pegando diciendo “¡No entres!”. Ya nada importaba. Entré pasando frente las llamas. Sentí una oleada de sentimientos, demasiados para expresarlos todos. Me quemé por fuera, pero había una llama en mi interior más potente de ira o de culpabilidad. No sabría decir.
Comencé a subir escaleras, saltando las que ya no existían. Abrí la puerta del comedor y ahí estaba la abuela... O lo que quedaba de ella. Me fui corriendo al final del pasillo, donde estaba la cocina. Abrí y vi a mi madre y a mi padre... Y entonces sin importarme ya nada me fui a mi habitación. Encima del escritorio estaba mi móvil. 5 llamadas perdidas.
-Por favor, por favor, por favor –susurré para mí.
“Ver”: de Casa.
Me desplomé en el suelo. Todo lo que estaba a mi alrededor estaba en llamas. Debía coger algo, salvar algo de mi vida para llevármelo al cielo, por si no los volvía a ver. Nunca creí en el cielo, pero en esos momentos me aferré a la idea. 1999. Agarré el álbum con todas mis fuerzas y me hice un ovillo en el suelo, esperando lo peor. Comencé a notar la falta de oxigeno y...
Me desperté gritando. Javi estaba ya asomado a la puerta. Cuando vio que me percaté de su presencia hizo por irse, pero me levanté rápido y le cogí de la mano.
-No te vayas por favor –le supliqué entre lágrimas.
-¿Te apetece hablar de ello? –dijo Javi con una voz comprensiva y consoladora.
Asentí despacio y él me llevo al balcón que tenía en su habitación. Me quedé maravillada viendo su habitación, e incluso creo que superaba a la mía (que ya es decir).
Salí al balcón y me senté en uno de esos balancines de jardín, que él tenía en el espacioso espacio abierto. Sentí el frío de la noche en los huesos y en el aire que respiraba. Comencé a titiritar y me ruboricé. Javi me trajo una manta y me la echó por encima de los hombros.
-Gracias –dije tímidamente.
-De nada –dijo mecánicamente-. Aguarda un segundo.
Y se fue de la habitación. Estuve observando el paisaje (el mismo que el de mi habitación, porque estaba al lado) y me quedé mirando la inmensa luna que había esa noche, luna llena, y las estrellas del cielo, que brillaban con una intensidad especial.
Después de poco rato (yo misma escuché como corría escaleras arriba, escaleras abajo) me trajo un vaso de leche calentito. Y yo que pensaba que los hermanos se llevaban mal...
-Lucía, ¿seguro que estás preparada para hablar de eso? Me imagino de qué iba la pesadilla en la que gritabas... –dijo mirando hacia el suelo.
-Llámame Luci, que eres mi hermano –dije con una sonrisa de agradecimiento que me iba de oreja a oreja.
Soltó una carcajada tímida, pero después de eso se volvió extrovertido, como se comporta un hermano con su hermana. Nos estuvimos toda la noche hablando: de la pesadilla, de mi antigua familia, de mi vida anterior...,  pero también de su vida, su familia (mi nueva familia), sus amigos... No dormimos en toda la noche. Aunque sabíamos que no rendiríamos mucho en el colegio el día siguiente no nos importó, preferíamos pasarnos la noche hablando como unas mejores amigas en su primer día de colonias, a diferencia de que nosotros no comimos chuches. 


¿Qué tal? Comentad ^^
Nos leemos,
Sedy*

2 comentarios:

  1. "Abrí la puerta del comedor y ahí estaba la abuela... O lo que quedaba de ella. Me fui corriendo al final del pasillo, donde estaba la cocina. Abrí y vi a mi madre y a mi padre... Y entonces sin importarme ya nada me fui a mi habitación."... o lo que quedaba de ella??? Madre de dios, pero que sádico! Y pobres padres! Los ve muertos y se va a por el móbil... de verdad... que fuerte, lo que nos ha hecho la tecnologia, como diría punset: las neuronas estan...fritas.

    Buena continuación... sigue así!
    Y que te pongas pronto buena, Navidad! XD!

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  2. En una palabra
    FANTASTICO

    Casi se me escapan las lagrimitas y todo, es tan triste.
    Cada vez me gusta mas Javi, es tan mono y considerado *suspiro y babas*

    ResponderEliminar

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